Lengua y Literatura

- Si existe un territorio marcado por su historia y sus tradiciones en la provincia de León, ese es la Reserva de la Biosfera de los Ancares Leoneses.

Susana Abad GonzálezSusana Abad González.- En la Reserva de la Biosfera de los Ancares Leoneses (RBALE) cada rincón nos habla, nos susurra su pasado y el de sus gentes. Precisamente por eso se puede encontrar todavía hoy un rico patrimonio cultural intangible, conservando este entorno en el que, la huella del ser humano ha dibujado unas montañas y unos pueblos con características propias.

Los Ancares Leoneses, declarados Reserva de la Biosfera desde el año 2006 por el Programa MaB de Unesco (Persona y Biosfera), han sabido armonizar la conservación de la biodiversidad biológica y cultural y el desarrollo socioeconómico a través de la relación de las personas con la naturaleza. Es precisamente esa relación la que ha ayudado a la supervivencia de muchos de los elementos del patrimonio cultural inmaterial que se relacionan directamente con los aprovechamientos ganaderos, forestales o agrícolas y que ayudan a diseñar los colores de sus pueblos, moldeados por el uso de materiales cercanos como la pizarra, la madera y la paja.

 

La RBALE agrupa en su declaración a cuatro municipios similares en formas de vida pero muy distintos en el desarrollo de sus costumbres y rituales: Peranzanes, Candín, Vega de Espinareda y Villafranca del Bierzo. Este patrimonio, tan vinculado a la declaración de Reserva de la Biosfera, está constantemente amenazado por el abandono del medio rural y como consecuencia de su entorno y actividad.

La falta de población principalmente en los núcleos de montaña, no ayuda a la pervivencia de muchas de las prácticas que a lo largo de la historia formaron parte no sólo del territorio, sino también de los modos de vida y el carácter de sus habitantes. Una población que históricamente ha explotado el entorno y sus recursos de forma sostenible, incluso antes de que esa palabra se adueñase de todos los artículos de desarrollo rural. Incluso antes, sus pobladores ya sabían de lo valioso de su entorno, por eso lo usaban de forma respetuosa sin que ningún palabro definiese sus acciones. Simplemente se sabía, había que conservar para poder seguir aprovechando.

Por ello, el patrimonio inmaterial está muy presente en la RBALE y existe en los últimos años, una pequeña corriente de recuperación y mantenimiento del mismo gracias a la transmisión que encontramos en los elementos más populares. Se conservan rituales, fiestas, oficios y tradiciones tan diversas como las conocidas Danzas del Valle de Fornela, el arte de teitar pallozas en el Valle de Ancares, los entroidos de Burbia y de toda la Somoza Berciana o los Maios de Villafranca del Bierzo, entre otros. Destacan sobre manera, las múltiples Romerías principalmente Fombasallá, la Ermita de la Magdalena o Trascastro, pero no se pueden olvidar oficios como la elaboración de vino, galochas, cestos y cestas, el pan en horno tradicional, la molienda, la recogida de castañas, etc.

Pero si algo viene a la mente del viajero cuando se mencionan Los Ancares son, sin duda alguna, las pallozas. Una construcción típica de esta zona que aprovecha la paja de centeno para teitar la cubierta con ese material. Un teito (tejado) que además se realiza siguiendo la planta circular construida con piedra pizarrosa y un armazón de vigas de madera. Este tipo de construcción se encuentra en grave peligro de desaparición debido al elevado precio para su construcción y mantenimiento y a la dificultad para encontrar artesanos que sepan realizar este oficio.

La localización de la RBALE como encrucijada entre León, Galicia y Asturias ha transmitido también una forma de hablar muy particular que varía de norte a sur. Esas hablas o falas, unidas al propio paisaje y su geología, han impregnado este territorio con una toponimia muy personal, donde se encuentran palabras con raíces e influencias gallegas, asturianas y leonesas, que describen desde una piedra, a un bosque o una cumbre.

Pero además, estas montañas son fuente de historias, leyendas y cantares, que se entremezclan con sonidos de gaitas y pandeiras de influencia gallega en el Valle de Ancares, Burbia y Villafranca del Bierzo; o de tamboriles y flautas más relacionados con Asturias y León en el Valle de Fornela.

Un territorio, por tanto, en el que las personas son parte determinante de su identidad, gracias al modo en el que interactúan con su entorno, ayudando a su conservación. Las Reservas de la Biosfera son espacios únicos para esto, ya que se trata de una declaración que, por primera vez, tiene en cuenta al ser humano, considerándolo como un elemento más del ecosistema en el que ha sabido combinar su actividad con la sensibilidad y el cuidado del medio de forma natural.

Persona y Biosfera, una relación única que en estas montañas ha diferenciado no sólo la particularidad de sus costumbres, sino también un sentimiento muy arraigado de orgullo de pertenencia. Un orgullo que, por un momento, se había perdido pero que actualmente está cada vez más en aumento gracias a jóvenes y mayores que viven, festejan y trabajan juntos, como se había hecho siempre.

Susana Abad González. Gestora de la Reserva de la Biosfera de los Ancares Leoneses.

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